Escribió Quinto Horacio Flaco al comienzo de su tercera Sátira: “Todos los cantores tienen este defecto: cuando están entre amigos, aunque se les ruegue, nunca se deciden a cantar; cuando no se les pide, no hay manera de que callen”.
Juan Carlos Marambio Catán cuenta en sus memorias (60 años de tango, Freeland, 1973, p. 155) que una tarde de 1924, a pedido de José Razzano, fue al departamento que este tenía sobre la calle Suipacha entre Lavalle y Tucumán, vereda oeste, para pasarle a Gardel el tango Príncipe, de Anselmo Aieta y Francisco García Jiménez, que él había estrenado.
Dice que cuando llegó, “ya estaban Razzano, Gardel, el Negro Ricardo, Barbieri y el Negro Vives (este fue un permanente colaborador de Gardel-Razzano, nadie se acuerda de este eficaz ejecutante del bandoneón y la guitarra”.
Y agrega: “La reunión se transformó en una tertulia de bulín, se contaron cuentos, se mateó, copas, chistes, en fin, después de un rato recién iniciamos el trabajo que nos reunía. Canté el tango, escuchaba atento, mientras Ricardo y Barbieri iban siguiendo buscando tonos y tratando de retener la melodía, pero indudablemente que era un poco dificultoso porque es un tango que en realidad en esa época resultaba un poco raro por su estructura, de modo que después de un rato quedamos de acuerdo en que yo le mandaría a Gardel una parte de piano y en esa forma podría darle una interpretación exacta a la obra”.
“Cantó Razzano y cantó Gardel algunas cosas con un entusiasmo real, porque este hombre cuando estaba en una reunión de bulín ponía el mismo calor que si estuviera ante un público que había pagado la entrada”.
“Ese día recibí una sorpresa, el gran cantor me dijo casi al final de la reunión: ‘Escuche, Catán, la última novedad que tengo’ (en aquella época no se usaba con tanta asiduidad la desagradable costumbre actual del tuteo indiscriminado), y me empezó a cantar una verdadera joya que sobrevive a través de los años, Silbando. Cuando terminó, lo felicité sinceramente y me dijo: ‘Hagáselo pasar con Barbieri. Este tango puede echárselo al hombro y caminar mucho tiempo con seguridad de éxito donde lo cante’”.
José Gobello
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