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viernes, 27 de noviembre de 2009

Tumores y Humores



Una célula maligna es la que desea imponer su propio y absurdo orden sobre las demás. ¿Por qué lo hace? Porque es su naturaleza: ser a través de la destrucción y la apropiación. Una célula maligna siente que todas las demás, las que viven sus vidas con completa vitalidad le deben algo, algo le han quitado y por consiguiente avanzará hasta quitarles todo lo que pueda; su conformación su espacio vital.
Esas células oscuras saben juzgar sin jamás juzgarse a sí mismas porque ellas son el modelo y exigen que las otras células se conviertan en aquello para lo que no están preparadas, o sea, en células malignas. Es un circuito cerrado, es su cosmos patético y triste y, lamentablemente, es también su propia destrucción.
En general, la mayoría de las células puede evitar este ataque sin sentido, pero muchas veces logra turbar el orden basado en una armonía que tiende a la vitalidad y a la reproducción, o sea la alegría y la felicidad, sensaciones que la célula maligna desconoce, porque si tuviera alguna consciencia de lo que destruye en su avance por perturbar la vida, dejaría de hacerlo. Pero jamás lo hará. Así, cuando logra desbaratar el orden, la célula maligna logra su cometido y sumerge al conjunto en la apatía, el disparate, en una inercia de muerte que da inicio al tumor, la putrefacción y la muerte.