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lunes, 13 de julio de 2009

El fuego y la palabra

Anoche, cambiando de canal, me encontré con una Burt Lancaster maduro, completamente exacerbado y con una Biblia en la mano que me sedujo de inmediato. Después apareció Jean Simmons con ese rostro hermoso y aniñado vestida con una túnica virginal y desde ese momento no pude dejar de ver una película que hablaba de evangelistas desatados, periodistas escépticos, creyentes desesperadamente ingenuos y perversos manipuladores. Eran la 1 y media de la madrugada y la película terminó finalmente a las 3 y media de la mañana sin lograr que mi atención se rebajara a bostezos o arrepentimientos.
El fuego y la palabra, también conocida como Elmer Gantry, basada en la novela homónima de Lewis Sinclair, es una verdadera joya donde Burt Lancaster muestra el gran actor que fue y sólo el director de este film, Richard Brooks y el genial Luchino Visconti supieron valorar. Brooks, no sólo se mostró en este film en un afinado maestro en el difícil arte de convertir una buena historia literaria en una excelente película, también lo hizo en Los Hermanos Karamazov, Lord Jim y A Sangre Fría, sólo por nombrar las más recordadas y fue realizador de dos western sobresalientes: Los profesionales, donde volvió a participar Burt Lancaster y Muerde la bala. Así también dirigió dos enormes versiones de las obras de Tennessee Williams, La gata sobre el tejado de zinc (1958), con Elizabeth Taylor, Paul Newman y Burl Ives, y Dulce pájaro de juventud (1962), film en el cual volvió a colaborar con Newman.
Es interesante el papel que seguramente Lewis y Brooks hacen jugar a los evangelistas: ingenuos próximos a la locura mística o decididamente oportunistas e hipócritas, conductores tantos unos como otros de una masa atemorizada ante las sorpresas que da la vida y sobre todo la muerte. La novela fue escrita en 1927 y seguramente puso a la luz lo que las sociedades occidentales estaban a punto de parir con la llegada al poder de Stalin a la Unión Soviética, Hitler en Alemania, Mussolini en Italia y pronto Franco en España, el estado absoluto, la figura del iluminado, etc.. etc… Hoy día, la lectura que se puede hacer de este Elmer Gantry es distinta a aquella de los años 30. El predicador carismático capaz de seducir hasta al demonio y es presa de los mismos pecados que intenta ahuyentar, adquiere un carácter irresistiblemente ingenuo y humano por que puede reducirse a un concepto que en la película se plantea dos veces: es bueno caer en el pecado para poder salir de él y así volver a caer tantas veces como el cuerpo te lo pida. Un juego donde lo hipócrita es desbaratado por una idea hedonista más próxima a nuestros días.
No se puede dejar de relacionar esta historia con Leap of Faith, el film donde Steve Martin interpreta a un pastor circense, de hecho éste film le debe mucho a la película de Richard Brooks: en un momento Burt Lancaster realiza un paso de baile y se desliza locamente como cualquier músico de rock and roll de la época sobre el púlpito como años después lo hará Steve Martin, en lo que seguramente debió ser un tributo al gran actor y a este film.