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martes, 16 de diciembre de 2008

El día que la Tierra se detuvo (remake)


La vi en una copia que realmente me sorprendió. Un Tele cine de mucha calidad. Con un poco de falta de brillo y en un archivo chico, pero buen sonido y una imagen más que pasable. ¡Ah!, además en inglés. Comienza bien pero después decae por varios problemas en el guión y en la actuación de Keanu Reeves. Cómo será la dureza de su interpretación que el robot muestra rasgos más humanos y sensibles que el actor.
Hay algo interesante cuando plantean que el cuerpo del ET es una especie de préstamo y que recién nace con ese nuevo "traje"de piel, pero igual resulta incomprensible porque durante toda la película se mueve como un títere empalado. El único rasgo de alguna sensibilidad lo muestra cuando se come un sandwich mirando a los seres humanos, distante, como si estuviera viendo un capítulo de Animal Planet. Es que Keanu Reeves interpreta a una especie de burócrata del cosmos que viene a advertir a los hombres que están haciéndole mal al sistema por no cuidar al planeta y como lo reciben a los balazos y el presidente no lo escucha, decide pasar al plan B: exterminar a la raza humana. Pero por suete, casi al final de la historia el ET escucha 30 segundos de un tema de Bach, ve a una mujer abrazando a un chico y un chico negro puchereando porque su padre está muerto y claro el extraterrestre parece de bronce, pero ¡qué joder! algo se le mueve dentro y cambia de idea. Durante toda la película uno espera que el extraterrestre muestre alguna de las habilidades que supimos alabar en Neo y reparta algunas piñas, pero no nos da el gusto, acá no pelea contra seres virtuales sino con seres de carne y hueso y además es una especie de conservadorista de la flora y fauna del planeta contra esa especie maligna que es el ser humano, así que, cuando se pone en acción revolea con su mente objetos y personas y directamente mata a su oponente ¡pero ojo!, después, saca una pomada parecida a la que venden los chinos para curarse de cualquier cosa y los revive. Es que el extraterreste en el fondo, muy en el fondo de algún agujero negro es una buen tipo.
A diferencia de otras películas similares, en esta está ausente el presidente de Estados Unidos. Su lugar lo ocupa una ministra de guerra (la actriz de Misery) que ordena tirarles hasta con gomeras a los ET y cuando se da cuenta que estos son superiores de verdad se ilumina y es dominada por el sentido común de una directora de escuela y pretende dialogar. Entonces aparece un desquiciado que le ordena arrasar con los Et. ¿Quién es? Nada menos que el presidente de los Estados Unidos (¿Bush?). Uno no entiende si el presidente estuvo todo el tiempo mirando otra película porque "ya se probaron todas las armas y ninguna hizo la menor mella en los Et entonces, ¿para qué ordenar un ataque?". La llamada es tardía y tonta. como también es absurdo el planteo de estos ET ecológistas y "pacifístas" que para contrarrestar la "brutalidad del ser humano" deciden exterminar a los humanos. ¿Se imaginan a los jóvenes de Greenpeace bombardeando los barcos que pescan ballenas y dejando flotando en el mar a marineros coreanos y japoneses desventrados por las explosiones? Volviendo a la película ¿No era suficiente con destruir los centros de poder y las armas? En fin. Digan que Bach compuso algunos temas cargaditos de mística para contrarestar estos ataques extraterrestes y que el visitante tiene algún gusto musical si no, no sé cómo hubiera terminado todo. Uno piensa también si con tantos aparatos sofisticados que despliegan porque no se le ocurrió, , sintonizar una FM de música clásica de la tierra antes de venirse al divino cohete hasta acá. Lo más grave es que en mitad de la película uno comienza a imaginarse los tics y gags que reproducirá la película en broma que seguramente filmarán en uno o dos meses.
Por último, la película hubiera ganado si le daban más letra al robot en detrimento de ese otro aparato: Keanu Reeve.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Unos pequeños pasos


Cuando llegamos al mundo nos enchastran los pies con tinta. Este sistema para identificarnos no existía cuando yo nací. En nuestra época nos ponían una pulserita con el nombre y el apellido de nuestros padres. Los tiempos cambiaron y la desconfianza debió crecer. Supongo que habrá habido padres que elegían hijos lindos y los cambiaban por los propios. ¿Más lindo? No creo porque cuando nacen a uno le parece que esa pelota hinchada, colorada y con moretones de tres round de castigo es la cosa más hermosa del mundo. Estos son los pies de mi hija. Pata ancha de Tehuelche la criatura pese a que su madre es blanca, rubia y de ojos celestes y yo castaño, el clásico mediterraneo de abuelos andaluces, catalanes, romanos y unas gotas de un abuelo alemán ario ario, sólo que el viejo pobre nunca fue nazi, porque se vino antes del 33 a la Argentina y tampoco le caía simpático el cabo austríaco; parece que admiraba al Kaiser Willhem. Comento esto para que no parezca que le hecho la culpa a mi pobre abuelo de lo que voy a contar. pero la sangre debe tirar. Apenas nacia mi hija escuché este comentario "¡Qué lastima que la nena no salió rubia como la madre!". Alguien agregó: "Lo importante es que salió sanita". Lo dijeron al lado mío sin ni siquiera preocuparse por pensar que podía molestarme semejantes palabras. No me sorprendieron para nada esas palabras las había dejado caer mi madre, la abuela de la nena e hija y nieta de alemanes. En realidad estaba diciendo: "¡Qué pena!: la nena salió más parecida a mi hijo que a la madre! Por suerte no ocurrió ésto. La nena es una mezcla proporcional de lo mejor de la madre y lo mejor que tengo yo: si es que se puede contabilizar como cualidades el amor por el vino tinto, las películas, los asados, bailar, reír, las sierras y caminar. Ya en el terreno de los defectos tengo cierta testarudez en trabajar en lo que quiero, de vez en cuando, muy de vez en cuando. En esto la nena algo heredó porque primero quiso saber cuál era su vocación, cuando la descubrió se puso a trabajar como una esclava en aquello que ama. Y en eso yo no soy tan fanático como ella que tiene una constancia que tal vez provenga de lo mejor de la madre, como la belleza de ella, y no de mí. ¿Qué más puedo agregar? Estoy orgulloso de la nena que hace más de diez meses estuvo viviendo afuera y en estos días regresa, me aseguró, para no volver a viajar. No saben cómo la extraño, creo que en estos meses no viví, no pensé como es debido, no dejé pasar un momento sin pensar en ella y extrañarla. Es que estas ausencias hacen que uno respire menos aire, duerma intranquilo, hasta se vuelva uno creyente en cualquier cosa para ilusionarse que se puede manejar los destinos de los otros a control remoto. Eso es amor, verdadero amor. Lo demás son metejones, calenturas, risas porque sí. Sorpresas y también desengaños. Es así.