Que suerte que uno no ejerce el oficio de crítico de cine con una película como Balada triste de trompeta, de Alex de la Iglesia, porque no me gustaría dañar a un director que admiro.
Los diez primeros minutos, quizás un poco más, sentí estar frente a la obra maestra de Alex de la Iglesia, pero, de pronto vi, frente a mí, como la película se desbarrancaba y caía hasta volverse más absurda de lo que pedía el tema, y no se recuperaba más.
Si el comienzo me pareció la imagen más impactante, síntesis perfecta de la Guerra Civil Española, comparable a Los Fusilamientos de la Moncloa de Goya, o el Guernica de Picasso, en cierto momento la película parece volverse una caricatura de sí misma que no alcanza a sorprender y deja de conmover.
La entrada de los republicanos buscando gente para pelear, el chico que despide al padre y el León suelto a un lado de la pista, auguraba lo mejor. Enseguida el ataque a los franquistas del payaso desbordado, su cárcel y los fusilamientos. Incluso ya en los 70 cuando el muchacho va a trabajar al circo la cosa funciona de maravillas, pero algo se descarrila en la película en el momento en que, el director guionista con ánimo de acelerar las acciones, le impone un ritmo que termina por dejar de a pié al espectador.
El film es un gran símbolo de lo pasado a los españoles. De aquello que todavía se siguen preguntando y, creo, no terminan de entender por qué ha ocurrido. Esto lo comenzaron a expresar otros cineastas españoles, como Saura en La Caza, García Berlanga en La Vaquilla, Erice en el Espíritu de la Colmena, diría que el mismo Alex de la Iglesia lo hizo, y muy bien, en Muertos de Risa, y debe haber cientas más de películas, de mayor o menor calidad e impacto emocional. (Ahora me viene a la memoria, La Lengua de las Mariposas.
Pero este film que de entrada no le huye a los símbolos, al contrario los amontona hasta la exasperación, pareciera que hasta se burla de las metáforas y como si fuera necesario mete historia franquista por todas partes, pero, ¡qué pena!, le sale mal.
Antes de seguir, quiero confesar que los circos no me gustan y menos aprecio le tengo a los payasos. De este mundo, en el mío, cabe una excepción: sigo siendo un admirador y fanático de Gabi, Fofó y Miliki, los únicos payasos que ya grandecito veía en la televisión, sobre todo de Fofó un músico y comediante increíble, que era el centro de ese grupo de cómicos y ya nada fue igual sin él. Justamente el payaso valiente del comienzo, si no me equivoco es Fofito. Pero los payasos de cabeza de huevo y pintarrajeados, la doma de leones, los equilibristas y otros peligros circenses, nunca me gustaron o los miro como uno le hecha una mirda rápida a un rostro deformado. Pero no niego que los payasos son una fantástica exageración de la realidad. Algo que el Gran Fellini demostró en su documental para la televisión inglesa: The Clown.
Pero Iglesia a esta exageración, a la brutalidad de los payasos, parece agregarle también un homenaje a las película española mencionada arriba. Hay una caza en que un payaso es utilizado de perro de caza y termina por morder la mano a Franco, hay un hombre escondido viviendo como un monstruo, como el Espíritu de la colmena. Se dirá que de buscar homenajes se puede decir cualquier cosa, pero, si la escena final en el Valle de los Caídos no es hitchcockiana, ¡qué me lleve la tormenta!...Y por supuesto el final, casi el mensaje (como se decía en los 70) es puro Oscar Wilde: al final el hombre mata aquello que ama. Y la verdad, por el cambio de tonos del absurdo, al grotesco y del grotesco a la ironía y así hasta llegar a un tono operístico que no da la nota, creo que Alex de la Iglesia en esta película se equivocó. Si me apuran, creo que en Muerto de Risa, dice más sobre el drama español que este film.