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domingo, 1 de noviembre de 2009

El Juego de Arcibel en Ebook

Acabo de editar como ebook o libro digital o elibro, como más les guste, mi novela El Juego de Arcibel. Fue escrita antes de la versión definitiva del guión cinematográfico que se utilizó para filmar la película homónima que dirigió Alberto Lecchi y se estrenó en el 2003.
El libro, como es lógico desarrolla situaciones y personajes con las características que sólo permite ese universo infinito que es una novela. Esta experiencia me llevó a pensar que antes de escribir un guión conviene este desarrollo narrativo largo de la historia y no la escritura de notas aisladas que luego sirvan a la redacción del guión. De todos modos, no nos engañemos son dos cosas distintas con espacios de desarrollo económicamente distintos.
Siempre imaginé que la novela llevara una especie de apéndice con el reglamento del juego, el tablero y las fichas para que uno pudiera armarlo, bueno, no lo agregué aquí porque en la web y gratuitamente se puede descargar todo esto: sólo hay que ir a eljuegodearcibel.com.ar.
Para comprar el ebook se debe ir a esta página de Mercado libre que te permitirá pagarlo por un sistema de pago utilizando diversos sistemas. El precio es de 10 pesos.

Si te aferrás al pasado te volvés Escoria

Hoy fui a ver Escoria, esa obra armada y dirigida por Muscari, que planta en escena a un grupo de actores que tuvieron su cuarto de hora en la televisión o en el teatro. La obra me recordó un documental de un director suizo, Daniel Schmidt, que describía la vida de un grupo de cantantes de ópera que no alcanzaron (uno estaría tentado a decir: la nota), pero digamos, no cumplieron con las expectativas de su época o, su voz, se quebró antes de que hubieran podido reunir el suficiente dinero para poder mantenerse en la vejez. Los ancianos ocupan en la película un asilo donado por el gran Giuseppe Verdi para darle cobijo a artistas del bel canto abandonados a su suerte.
Las diferencias con el fantástico documental de Schmidt, llamado Il Bacio di Tosca, parecen ser muchas, aunque si uno hila fino, resultan no ser tantas. En el Il Bacio se habla de cantantes que nacieron o templaron su voz en largos estudios con cantantes de su época. Escoria reúne un poco de todo. Otra aparente diferencia es la manera de asumir su sitúación. Los ex cantantes están convencidos de que a su manera, y pese a su situación provisional, fueron primeras figuras. En cambio, en Escoria, la mayoría, afín a nuestra idiosincrasia, asume que en realidad no merecieron la fama, pero tampoco el olvido, pero ese desprecio de sí mismos, ese llanto por la propia minusvalía se mantiene poco tiempo. Basta que alguien le raspe la cáscara de la humildad a cualquiera de esas personas, para que emerga, airoso el personaje monstruoso que terminará expresando que fue un incomprendido, injustamente olvidado por los celos de los demás o alguna confabulación inenarrable. No todos muestran la hilacha de su resentimiento, pero la mayoría. Osvaldo Guidi, hay que reconocerlo, de entrada se muestra como un marginado por quién sabe qué oscuras logia. Guidi aclara que alguna culpa tuvo él, al no negarse a asumir en un año, tres personajes en tres programas distintos o, algo así. Tres personajes en un sólo programa que le valieron consecuentemente el Martín Fierro al mejor actor de reparto que terminó por dejarlo fuera de la televisión, del teatro y de la vida. Envidias y celos que en definitiva troncharon una carrera que no debía terminar justamente, en esta obra de teatro, me refiero a Escoria.
El resto del elenco nos cuenta que igual a Guidi, sufrieron el olvido luego de sufrir el éxito, pero las razones de la interrupción televisiva o teatrales pasaron por otros lugares distintos a la confulación.
Julieta Magaña parece asumir que su llegada a la televisión fue un impulso ligado más a su apellido que a su vocación. Y parece contenta de tener una estela de admiradores que rondan los cincuenta años. Paola Papini, si bien asume su filiación con María Aurelia Bisutti, da a entender que un embarazo la sacó de la ruta, y luego no pudo regresar al camino materno. Es obvio decir que su madre podría haber encabezado este elenco de Escoria, con más derecho que cualquiera de los que participa: el nivel de éxito que tuvo María Aurelia Bisutti durante casi dos décadas está sólo a la altura del olvido que cayó sobre ella en las siguientes dos décadas. Pero quizás Bisutti era demasiado estrella estrellada para Escoria, y por eso hace dos años Muscari prefirió hacer con ella un unipersonal : "Piel de chancho" que también se ofreció en el Teatro del Pueblo.
Gogo Rojo no cuenta su alejamiento de las tablas como una tragedia, parece más bien una decisión tomada para vivir más tranquila, pero demuestra enseguida, cuando se quita una blusa y deja casi al aire unos pechos bastante dignos y se lanza a bailar un ritmo sesentistas, que aún perdura en Gogo mucho de aquello que fue. Cristina Tejedor, Marikena Riera y Héctor Fernández Rubio (el portero Efraín de Señorita Maestra) hablan de su momento de gloria pero no parecen decididos a abandonar la ilusión de que son actores de reparto, y pueden regresar a la televisión. También está Liliana Benard que pasa la mayor parte de la obra de aquí para allá sin demasiada letra, casi interpretando a la gordita buena que le conocimos en cientos de programas, pero termina por asumir ella sola el final, donde demuestra sus verdaderas condiciones de actriz eclipsadas por el encasillamiento que sufren los obesos en la televisión. Luego hay dos personajes que uno estaría tentado a no considerar como salidos del riñón de los artistas. Willy Ruano y Noemí Alan. Willy porque salió de un programa de televisión como Alta Tensión donde los jóvenes hacían mímica sobre temas musicales. Un comienzo parecido al que tuvo Guido Süller que fue susano de Susana Giménez , sólo que Willy, aparentemente no tiene hermana o una hermana tan especial como Silvia Süller ,y comenzó a actuar en programas de televisión y cine hasta hasta que desapareció de los medios para regresa de vez en cuando como un objeto de nostalgia o en Gasoleros, a raíz de que Panigassi había bailado en Alta Tensión. Willy es el clásico muchacho simpático que debe estar contento con lo que hizo y puede, como hace, exigir que le paguen por las repeticiones en el canal Volver de las películas donde trabajó, pero su paso a retiro efectivo no puede ser juzgado como una tragedia. En cambio, Noemí Alan, pese a sus comienzos junto a Sofovich y Porcel, pone de manifiesto en la obra que por esa estúpida foto junto al Tigre Acosta que marcó su carrea nos hemos perdido una excelente actriz. Realmente es una pena porque en sus tres o cuatro intervenciones en Escoria ,uno percibe ese fuego sagrado que trabajado puede -y quizás esta obra se lo permita- incursionar en otros textos y otros personajes que los que hasta ahora le conocemos.
Muscari realizó un excelente trabajo reuniendo a todas estas personas desesperadas en volver a ser personajes, por ser convocadas para contar las historias de otros; en ser otros. Ellos, que ahora por envidias, porque ya están viejos o gordos se sienten huérfanos de luces, aplausos, sonrisas y sin un libreto a mano, lograron, gracias al director, que por primera vez valoraran el libreto más importanta que es la historia de su vida, sin prejuicios y descarnadamente.
Muscari también logró entretejiendo los deseos, dolores y miserias de cada uno proyectar algo que a la larga padecemos todos y los artistas, -ellos siempre tan extravertidos, tan dados vuelta como una media y dispuestos a mostrarnos hasta sus cicatrices más desagradables-, saben hacer sin vueltas: prestarse a ser espejos para que nosotros nos miremos.