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martes, 8 de septiembre de 2009

EL REGRESO DE OLMEDO

Los mitos tienen esa cualidad de repeler todo olvido. Con el tiempo cantan mejor, o bien, sus cuentos parecen que los reescribe cuando dormimos por la noche ya que en la siguiente relectura le encontramos algo nuevo que no habíamos tenido en cuenta en la lectura anterior; o en sus viejas ideas parecen resolver cuestiones del pasado que ahora ni una equipo de políticos sabios pueden darle solución. Los mitos, no mueren, se ha dicho, pero a veces tambén vuelven como una pesadilla, porque parecen taponar con su inmenso talento el impulso de los que vienen detrás. Hablar de los mitos es difícil, pero lo bueno de este libro escrito por Marcelo Olmedo es que nos habla del otro lado del mito, del lugar donde se ven los retazos, las fisuras y hasta los piolines sueltos del ídolo. No es difícil para un hijo encontrarle defectos a un padre, más difícil es encontrárselos cuando uno también es padre, como ahora lo es Marcelo que si hubiera escrito este libro cuando recién perdía a su padre Alberto ese escrito y el contenido en este, seguramente contarían cosas distintas. Uno se convence al pasar los capítulos que esta biografía la abordó en el momento justo porque, como dijimos, ahora él es padre y además, cuando siente -lo dice al final del libro-, "que ya no le debe nada a Alberto, que dejó todo pago". En otro fragmento se alegra de que su hija ya tiene edad para comenzar a saber que tuvo un abuelo Alberto, que no conoció pero, seguramente, cuando siga creciendo se sorprenderá al descubrir que, por lo menos en este país, al abuelo Alberto lo recuerdan y quieren casi todos.
Alberto Olmedo y su primera mujer Judith Jaroslavsky
en lo que parece el Pilusomóvil, pero fue -en serio- el primer coche que tuvo el negro.

Marcelo Olmedo expuso en esta biografía cómo se pasó la vida compartiendo a su padre con las las mujeres que amó , los amigos que lo rodearon y, sobre todo, el éxito que todavía no termina de aplacarse. No teme mostrarnos a su padre cometiendo esos errores que al sufrirlos en la niñez y adolescencia los juzgamos como pecados mortales , pero luego, ya siendo uno adulto y padre hasta puede llegar a justificarlos y cuando nuestro padre se ha ido nos terminamos culpando de haber aturdido nuestra memoria con momentos agrios, sí, pero que en el fondo no mellan el recuerdo de ese tipo que, como todos, hizo lo que pudo y después de todo nos quería. Este regreso de Olmedo, ahora contándonos su vida cotidiana y familiar es por supuesto diametralmente opuesta al Olmedo público que aún podemos ver en las grabaciones levantadas en Youtube.com. Este Olmedo que sigue regresando y seguiremos queriendo cada día más porque nos alegra la vida cada vez más y con mejor sonrisa.
Nota: Algo que me impresionó es darme cuenta que Alberto murió a la edad que tengo yo ahora, por lo tanto en un tiempo más seré más grande que Olmedo, luego de haber sido más grande que Piluso. Es así a estos tipos no los afecta la vejez y el olvido está muy lejos de ellos.