Gracias a Internet encontré dos documentos valiosísimos que unidos dicen más que separados. Se trata de dos grabaciones de Mi Noche Triste, considerado el primer tango canción presentable en sociedad. Las dos grabaciones pertenecen a Carlos Gardel pero lo interesante es que la primera es de 1917, cuando recién nacía el tema y la segunda, trece años después, en 1930. Siempre se ha dicho que el tango tuvo letras prostibularias o demasiado simples hasta que Pascual Contursi escribió Mi noche triste sobre el tema musical de Samuel Castriota, llamado Lita, los versos que ya son como uno de los tantos himnos que parece no entregarse al olvido. Vayamos a la primera grabación del 9 de abril de 1917.
Al escucharla no parece un tango y hasta tiene más aires Andaluces que porteños. Se diría que lo más tanguero que tiene el tema es su letra. Esto tiene una explicación y es que la música de Mi noche triste es un plagio de una obra de El Príncipe Cubano (Alias de Angel Sánchez Carreño), un personaje que quedó ligado al tango no por el robo que aparentemente le hizo Castriota si no porque desde 1924 actuó y condujó los show del mítico Chantecler, una de las tantas catedrales de la noche de aquellos años. El tema original que "inspiró" la música de Mi noche triste fue Rosa, un bambuco, un género musical de la costa colombiana con fuerte influencia de la música nativa, africana y andaluza, leo en una página de internet. Esto explicaría muchas cosas salvo que lo que canta Gardel no es un bambuco solamente y menos un tango total. En realidad es una música contaminada por tantos ritmos que uno termina por pensar: ¿cuándo terminó de nacer el tango? Vayamos a la segunda grabación.
Han pasado 13 años de la primera versión y el cantor ha madurado pero la música también. ¿Qué ha pasado? Es simple. El tango es la fusión de muchas melodías y ritmos que son interpretados por diferentes instrumentos que ponen su sello y su raza. De esa mezcla salen los nuevos géneros musicales o también perecen en su fusión. En el caso del tango, en el 17 escuchamos a un joven cantante que viene de hacer milongas, vals, zambas, cuecas y por supuesto esos primeras letras imposibles de hacerlas públicas frente a un público masivo (hay una entonación pícara de Carlitos cuando habla de la cama que muestra esa tendencia a la segunda intención de las primeras letras). Es difícil suponer que el tango nació con tonos serios y contenidos: debió ser tan simple, casi una broma. El Gardel del 17 canta cuando han pasado más de treinta años en que Buenos Aires convocó a una masa de inmigrantes, criollos, indios y negros, en Buenos Aires y Montevideo, se ha entremezclado la milonga, la habanera, la música guaranítica, todo el caudal que la guitarra española ha reinventado en cada rincón del país y todas las músicas bajadas de los barcos y sus pasajeros. Todas esas intenciones, amores, frustaciones y necesidades, sumado a la música, los músicos y los instrumentos aportaron algo al tango pero algo le faltaba. Lo que restaba era un último instrumento, un decir, un sentido", y eso que faltaba terminó siendo una voz, la voz de Gardel, y sobre todo un modo de interpretar de ese francés que terminó siendo más porteño que el Cabildo. Es él quien simplifica y redondea esa creación llamada tango. Las grabaciones por supuesto son terribles y parecen que Gardel estuviera cantando en el fondo del conventillo mientras nosotros, apoyados en la puerta de entrada, disfrutamos felices de esa voz que escuchamos lejana, familiar y maravillosa.
Al escucharla no parece un tango y hasta tiene más aires Andaluces que porteños. Se diría que lo más tanguero que tiene el tema es su letra. Esto tiene una explicación y es que la música de Mi noche triste es un plagio de una obra de El Príncipe Cubano (Alias de Angel Sánchez Carreño), un personaje que quedó ligado al tango no por el robo que aparentemente le hizo Castriota si no porque desde 1924 actuó y condujó los show del mítico Chantecler, una de las tantas catedrales de la noche de aquellos años. El tema original que "inspiró" la música de Mi noche triste fue Rosa, un bambuco, un género musical de la costa colombiana con fuerte influencia de la música nativa, africana y andaluza, leo en una página de internet. Esto explicaría muchas cosas salvo que lo que canta Gardel no es un bambuco solamente y menos un tango total. En realidad es una música contaminada por tantos ritmos que uno termina por pensar: ¿cuándo terminó de nacer el tango? Vayamos a la segunda grabación.
Han pasado 13 años de la primera versión y el cantor ha madurado pero la música también. ¿Qué ha pasado? Es simple. El tango es la fusión de muchas melodías y ritmos que son interpretados por diferentes instrumentos que ponen su sello y su raza. De esa mezcla salen los nuevos géneros musicales o también perecen en su fusión. En el caso del tango, en el 17 escuchamos a un joven cantante que viene de hacer milongas, vals, zambas, cuecas y por supuesto esos primeras letras imposibles de hacerlas públicas frente a un público masivo (hay una entonación pícara de Carlitos cuando habla de la cama que muestra esa tendencia a la segunda intención de las primeras letras). Es difícil suponer que el tango nació con tonos serios y contenidos: debió ser tan simple, casi una broma. El Gardel del 17 canta cuando han pasado más de treinta años en que Buenos Aires convocó a una masa de inmigrantes, criollos, indios y negros, en Buenos Aires y Montevideo, se ha entremezclado la milonga, la habanera, la música guaranítica, todo el caudal que la guitarra española ha reinventado en cada rincón del país y todas las músicas bajadas de los barcos y sus pasajeros. Todas esas intenciones, amores, frustaciones y necesidades, sumado a la música, los músicos y los instrumentos aportaron algo al tango pero algo le faltaba. Lo que restaba era un último instrumento, un decir, un sentido", y eso que faltaba terminó siendo una voz, la voz de Gardel, y sobre todo un modo de interpretar de ese francés que terminó siendo más porteño que el Cabildo. Es él quien simplifica y redondea esa creación llamada tango. Las grabaciones por supuesto son terribles y parecen que Gardel estuviera cantando en el fondo del conventillo mientras nosotros, apoyados en la puerta de entrada, disfrutamos felices de esa voz que escuchamos lejana, familiar y maravillosa.
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