Sábado 24 de octubre de 1959
(...) Borges: “La conferencia de hoy de Mallea sobre la novela fue muy buena, aunque un poco pro domo sua. Por ejemplo, dijo que en la novela, para que hubiera unidad, todos los personajes tenían que hablar del mismo modo. Dio tres ejemplos. Do son sé si corresponden a la idea que uno tiene cuando se dice novela. El castillo de Kafka y Moby Dick de Melville son novelas nada más que por una deficiencia del lenguaje. el tercer ejemplo es valido: el Quijote. Yo creo que el estilo de don Quijote y el estilo de Sancho se reconocen... hasta se constrastan. Cuando se habla de novelas habría que citar libros como los de Bennett o Galsworthy, donde hay un número de personajes, a los que les ocurren cosas extraordinarias o no .. .Pero la conferencia de Mallea estuvo muy bien, la dijo con mucha emoción”.
(...) Borges: “La conferencia de hoy de Mallea sobre la novela fue muy buena, aunque un poco pro domo sua. Por ejemplo, dijo que en la novela, para que hubiera unidad, todos los personajes tenían que hablar del mismo modo. Dio tres ejemplos. Do son sé si corresponden a la idea que uno tiene cuando se dice novela. El castillo de Kafka y Moby Dick de Melville son novelas nada más que por una deficiencia del lenguaje. el tercer ejemplo es valido: el Quijote. Yo creo que el estilo de don Quijote y el estilo de Sancho se reconocen... hasta se constrastan. Cuando se habla de novelas habría que citar libros como los de Bennett o Galsworthy, donde hay un número de personajes, a los que les ocurren cosas extraordinarias o no .. .Pero la conferencia de Mallea estuvo muy bien, la dijo con mucha emoción”.
Sábado 10 de octubre de 1959
Borges: “Nadie puede fijar la atención por un tiempo largo; por eso, se asoma un persona de afuera y descubre errores en lo que hemos escrito con cuidado y corregido varias veces. Lo que frecuentemente se descubre son las palabras o frases que sugieren –o pueden sugerir– algo diferente de lo que quisimos decir”. Le doy un ejemplo: “En “Carta sobre Emilia” escribí: “Con su ingenuidad no fingida, Emilia me confunde”. Quise decir me apabulla, pero la palabra me pareció fea. Probé me turba, o me perturba, pero el sentido cambia, el efecto parece más prolongado. Una lectora entendió me confunde como me toma por otro. Sin duda Sin duda el uso habitual para ella es el de la frase hecha: “Caballero, usted me confunde”, que puede traducirse aproximadamente por : “No soy de las que se dejan pellizcar”. Cuando tengo que usar palabras como apabulla, recurro al diálogo y se las atribuyo a los personajes”. Borges: “Otro recurso es escribir en primera persona. Entonces todo puede ser como apabulla”. Bioy:”Ni aun así, porque demasiada tendencia tiene uno a que todos los narradores –que al fin y al cabo son personajes– se parezcan”. Borges: “Además, si todo el libro está lleno de palabras como apabullar, aunque las diga un personaje, el libro queda contaminado”. (...)
Miércoles, 16 de diciembre de 1959
(...)Borges: (Sobre cuentos de Susana Bombal) “¿Por qué tanta acumulación de fealdades? ¿Por qué personas gordas y narices aplastadas contra vidrios?” Bioy: “No descubrió que el resultado de una suma de fealdades es feo. Muchas mujeres no han descubierto que una continua sucesión de quejas –aunque no estén dirigidas contra uno– producen malestar y tristeza. Ha descubierto que el autor se expone menos mostrando cosas feas –el lector sabe que el autor sabe que son feas– que mostrando cosas lindas –pueden no parecer lindas al lector, que verá entonces al autor como un tonto engañado–. Susana entorpece el realto, hace todo un poco inextricable, llevada por un ansia de precisiones inútiles. “¿Se entiende bien –pregunta– que e spor la segunda puerta y no por la primera? ¿Se entiende que está mirando la cara de Fulano desde el suelo por encima del respaldo del sillón? en una novela –no policial, por cierto– basta que uno sienta que el autor imagina las cosas (en otras palabras: que parezcan reales)”.
Borges: “Nadie puede fijar la atención por un tiempo largo; por eso, se asoma un persona de afuera y descubre errores en lo que hemos escrito con cuidado y corregido varias veces. Lo que frecuentemente se descubre son las palabras o frases que sugieren –o pueden sugerir– algo diferente de lo que quisimos decir”. Le doy un ejemplo: “En “Carta sobre Emilia” escribí: “Con su ingenuidad no fingida, Emilia me confunde”. Quise decir me apabulla, pero la palabra me pareció fea. Probé me turba, o me perturba, pero el sentido cambia, el efecto parece más prolongado. Una lectora entendió me confunde como me toma por otro. Sin duda Sin duda el uso habitual para ella es el de la frase hecha: “Caballero, usted me confunde”, que puede traducirse aproximadamente por : “No soy de las que se dejan pellizcar”. Cuando tengo que usar palabras como apabulla, recurro al diálogo y se las atribuyo a los personajes”. Borges: “Otro recurso es escribir en primera persona. Entonces todo puede ser como apabulla”. Bioy:”Ni aun así, porque demasiada tendencia tiene uno a que todos los narradores –que al fin y al cabo son personajes– se parezcan”. Borges: “Además, si todo el libro está lleno de palabras como apabullar, aunque las diga un personaje, el libro queda contaminado”. (...)
Miércoles, 16 de diciembre de 1959
(...)Borges: (Sobre cuentos de Susana Bombal) “¿Por qué tanta acumulación de fealdades? ¿Por qué personas gordas y narices aplastadas contra vidrios?” Bioy: “No descubrió que el resultado de una suma de fealdades es feo. Muchas mujeres no han descubierto que una continua sucesión de quejas –aunque no estén dirigidas contra uno– producen malestar y tristeza. Ha descubierto que el autor se expone menos mostrando cosas feas –el lector sabe que el autor sabe que son feas– que mostrando cosas lindas –pueden no parecer lindas al lector, que verá entonces al autor como un tonto engañado–. Susana entorpece el realto, hace todo un poco inextricable, llevada por un ansia de precisiones inútiles. “¿Se entiende bien –pregunta– que e spor la segunda puerta y no por la primera? ¿Se entiende que está mirando la cara de Fulano desde el suelo por encima del respaldo del sillón? en una novela –no policial, por cierto– basta que uno sienta que el autor imagina las cosas (en otras palabras: que parezcan reales)”.
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