El western verdadero tiene una épica que no se rebaja a perversiones. Estoy tratando de recordar alguna película donde se desbarate este principio y, creo, que ni el spaghetti western, una versión europea del género madre, recurre a la depravación.
La pregunta es que considero yo por perversiones o depravaciones. Es sencillo todo aquello que se sostiene fuera del coraje y, algo que hoy se nombra mucho, quizás porque nadie respeta, los códigos. Hasta los malvados tienen códigos, sus códigos por supuesto, que antes de quebrarlos prefieren hundirse en una nube de balaceras.
En ese sentido, la película de los hermanos Coen, Valor de Ley, es un ejemplo perfecto de lo que digo. Lo que mueve a los personajes en ese terreno donde la ley, la fe y hasta la ética parece lejanísima y perdida, se mueven sin embargo dentro de una serie de principios más valiosos, que cualquier normativa social.
Me parece haber visto hace tanto el film en que se basa en esta remake que no la recuerdo, pero algo interesante que hicieron los Coen fue lograr que Jeff Bridges, el caza recompensas que contrata la nena de 14 años para encontrar al asesino de su padre, se parezca a John Wayne. Y si uno ve sólo el trailer de la primera versión de 1969, advierte que hicieron un trabajo de transcripción preservando los momentos más conmovedores del film. El cruce del río de la chica a caballo y el enfrentamiento final (a caballo por supuesto) del viejo Cogburn contra cuatro hombres al mismo tiempo.
Quizás la chica del 2011 no sea tan aniñada como la del 1969, pero lo mejor de esta remake es haber conservado también la ingenuidad de su inspiradora, sin agregarle vueltas de tuercas que no mejoran, ni tampoco remozan la historia si no la traicionan.